6:30AM en el internet.
6:30 de la mañana. Abres tus ojos, y antes de siquiera pensar en qué te vas a poner, revisas tus notificaciones:
1 mensaje de Whatsapp de tu mamá.
1 Post en Facebook de tu compañero de equipo.
1 Un Snap de tu pareja.
7 Likes en la foto de tu cena en Instagram.
Y por supuesto: “tu alarma sonará de nuevo en 1 minuto 30 segundos, ¿posponer?”
Para cada una de ellas tienes una respuesta completamente distinta: a tu mamá le dirás que no saliste de fiesta anoche porque te sentías muy cansado, a tu equipo que ya caaaasi acabas tu parte del trabajo (que se entrega a las 10) y a tu pareja, le mandarás la foto más tierna del mundo, explicándole que sigues más crudo que pescado del mercado de mariscos; sin olvidar hacer labor de RP para el restaurante “riquísimo, recomendado al 100 ”.
Todo esto lo pudiste haber hecho en un solo medio, quizá hasta se pudo haber resuelto en una llamada. Pero las personas somos bien raras, nos comportamos distinto dependiendo del lugar al que vamos. Como cuando vas a al gabacho y no te pasas un alto, pero en tu casa tienes 4 foto infracciones (que todavía no vas a pagar).
Y sí, las redes sociales (mal dicho, son medios, meeedios sociales) no son la excepción. Quizá nos negamos a créelo, pero en internet hemos formado una extensión de nosotros, adaptada a las personas con las que tenemos que estamos dispuestas a compartir. No es una realidad alterna, podríamos decir que es un yo dosificado y armado a la manera en la que me “conviene” (entre comillas porque, a veces sí, pero a veces no) para el momento y las personas que se presentan en ese medio. Es como cuando vas a casa de tu abuelita y hasta lavas los platos, pero cuando regresas a tu casa, tu mamá te dice “ay pero aquí no verdad cabrón”, palabras que tu mamá tampoco diría frente a la suya.
Cada medio es un espacio, un ambiente distinto, cuyas diferencias van más allá de “aquí puedes escribir algo y te dan like, pero allá si escribes, te dan fav”. A este reconocimiento de los espacios que se generan en los medios, los antropólogos lo conocen como Polymedia.
Por eso, para hablar de Medios Sociales (ya saben que no son redes) debemos alejarnos de esa concepción errónea de que la interacción es sólo con un aparatito, así dice mi abuela, jeje, o que nuestro sentimiento y participación se cuantifica en shares, comments o likes, que mientras más tengas, más números verdes ves en las cuentas de banco (les hablo a ustedes gurús del Social Media).
Los Medios Sociales nos han abierto la posibilidad de explorar, aún más de cerca, la interacción de los seres humanos, de satisfacer la emocionante necesidad de saber cómo comportamos en sociedad, el chisme que le dicen.
Y es que si dejamos de ver a la tecnología, y a los medios sociales como una herramienta, y entendemos que es un espacio como tu escuela, el antro o la iglesia, y que para cada uno de esos espacios hay comportamientos distintos le daremos al clavo, como comunicadores, al momento de querer “venderle” un producto, idea o experiencia al miembro de ese espacio. Porque sí, como dijo aquel hijo pródigo del internet: “El mundo se consume en dinero, el dinero es dinero, el dinero es dinero, aprende algo dinero”.
Así que cuando pienses en producir contenido para un medio social, recuerda que la razón por la que utilizas 4 de ellos es sencilla: le quieres ocultar la hora de llegada a tu mamá, no quieres que tu equipo te contacte de inmediato, te da pena que vean tus caras tiernas en otros medios y mientras más gente vea tu foto en Instagram, más likes vas a tener pa’que tu siguiente comida sea gratis.
Y es que no todos tienen que saber que detrás de todas esas respuestas lo único que te pasa por la mente es: “madres, otra vez me levanté tarde”.